martes, 6 de agosto de 2019

La rana y el agua hirviendo.



Existe una fábula, que cuenta la historia de una rana que un día, saltando y jugando, se topo con una olla de agua hirviendo, al hacer contacto con el agua  a tan alta temperatura la rana salto despavorida logrando salvar su vida de tan cruel destino.

Poco tiempo después, jugando entre salto y salto,  se topo muevamente con una olla con agua, al ver el agua se detuvo y recordando su anterior experiencia se acerco a esta con gran cautela, pero al observar que el agua no estaba caliente decidió continuar saltando a su alrededor hasta que callo en ella. Al sentir la calides del agua templada, resolvió permanecer en ella, disfrutando la sensación de relajación que le brindaba esta. Lo que no se percato la rana, era que la olla estaba sobre unas brazas  con el fin de ir calentando el agua hasta que hirviera, a medida que iba pasando el tiempo el agua subía de temperatura lentamente y la rana no se percataba de esto, porque era tan lento el proceso que no apreciaba lo que el cambio de temperatura le estaba haciendo a su cuerpo. Sin embargo, el aumento de temperatura no pasaba en vano he iba debilitando sus fuerzas, hasta el punto que cuando el agua comenzo a hervir ya no tenía fuerzas para saltar de la olla, y termino muriendo allí.

Cuantas veces como la rana, hemos salido despavoridos, cuando reconocemos un peligro eminente. Probablemente sean muchas. Ya que nuestro cerebro reptileano, reacciona rápidamente ante un peligro reconocido como eminente y nos da la orden de reaccionar acorde a lo que el considera es nuestra salvación. Sin embargo, las sutilezas con que nos abordan otras circunstancias nos llevan a que nuestro cerebro límbico lo asocie a emociones, que seducen y envuelven al reptil hasta controlarlo y no dejarlo actuar.

Cómo darnos cuenta de ello, revertir el riesgo y tomar la decisión que sea más favorable en ese momento.